El fin del Imperio colonial y la crisis de la Restauración (1898-1923)

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CAPÍTULO 4 LA FIN DEL IMPERIO COLONIAL Y LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN (1898-1923)

LA FIN DEL IMPERIO COLONIAL: EL DESASTRE DE 1898

Las crisis coloniales

Cuba, Puerto Rico, las Filipinas y algunas islas en el océano Pacífico permanecen en 1898 como símbolo del poderío español decadente. La isla de Cuba es explotada con beneficio por el Estado español y proporciona sus considerables recursos de caña de azúcar, tabaco y hierro. Las Antillas son un mercado importante para ciertas producciones españolas; el comercio con las colonias favorece a la marina mercante.

Sin embargo, el imperio sufre dos grandes crisis:

  • La guerra de los Diez Años (1868-1878), sofocada tras una lucha larga y costosa, finaliza con la firma de la paz de Zanjón. Los gobiernos, enfrentados a dificultades internas, no emprenden reformas del sistema colonial. En las Filipinas estallan insurrecciones en varias ocasiones durante la misma época.

  • La guerra de Independencia (1895-1898) en Cuba es una segunda insurrección provocada por la falta de reformas por parte de España. A partir de 1896, se une a ella la insurrección filipina. Cuba y las Filipinas son dos territorios que, por sus recursos y su posición estratégica, interesan a Estados Unidos, que se afirma cada vez más como una de las grandes potencias del mundo. La explosión del acorazado estadounidense Maine en el puerto de La Habana y las violentas campañas de prensa en ambos países hacen inevitable la guerra. Esta pondrá fin al imperio. El tratado de París sanciona la pérdida de Cuba, que pasa a protectorado atenuado de Estados Unidos, de Puerto Rico, de las Filipinas y de la isla de Guam.

Las consecuencias del «desastre»

Crisis moral

La derrota provoca la decepción de un pueblo entusiasmado por ir a la guerra y que, de repente, descubre una realidad oculta por la propaganda y el discurso oficial. El regreso de los soldados, los heridos y los prisioneros aumenta este sentimiento de desconcierto. El país se encuentra arruinado, sin recursos coloniales y en situación de inferioridad dentro de una Europa indiferente u hostil.

Se desarrolla el regeneracionismo, movimiento intelectual que lleva a cabo una profunda reflexión sobre las causas de la decadencia de España como nación. Joaquín Costa, por ejemplo, denuncia el sistema de la Restauración y a sus dirigentes, considerados responsables del desastre. Critica el turno pacífico, su apariencia de estabilidad ilusoria, basada en un sistema político corrupto a gran escala. También denuncia la miseria real del pueblo, el caciquismo, la ficción electoral y el triunfo de la oligarquía económica y política.

Los autores de la generación del 98 (Unamuno, Pío Baroja, Valle Inclán...) se proponen revalorizar la vida cultural del país e intentar revitalizarla. Expresan el mismo juicio pesimista sobre España que los regeneracionistas.

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